Por Felipe Duque
Nació en Rafael Castillo, y era señalado como enganche y una de las promesas más interesantes de Boca. Teniendo a Juan Román Riquelme y a César La Plagia por encima, este soñaba a llegar a ser como ellos gracias a su increíble habilidad con la pelota y por sus semejanzas con el ídolo de Don Torcuato. Esa es la historia de Carlos Quiñónez.
Llegó al Xeneize desde Ferro a cambio de un millón de dólares y fue una de las figuras de la Selección Argentina Sub 17 en el Sudamericano que se jugó en Paraguay. Allí fue titular en todos los partidos a excepción de la final contra Brasil. En aquel partido, se rompió los meniscos de la rodilla izquierda que lo dejó fuera de las canchas y a partir de allí su lugar en Boca no volvió a ser el mismo.
"El paso por Boca fue lo más importante de mi vida, poder vestir esa camiseta y jugar en la Bombonera, nada igual y por supuesto todos los amigos y gente que sigo en contacto", confesó el ex jugador en Puro Boca. Luego agregó: "Boca es lo más grande que puede existir, te abre muchísimas puertas y por haber jugado en Boca te respetan en todos lados, como dije antes lo mejor de mi vida fue haber vestido la camiseta de Boca y de la Selección".
Luego de haber tenido una extensa carrera por el fútbol mexicano, este llegó al equipo chileno Provincial Osorno en el año 2007, club donde pondría fin a su carrera profesional. Hoy con 43 años, Quiñónez se dedica a trabajar en una fábrica: "En 2010 deje de jugar por problemas de la rodilla, empecé a trabajar en una empresa de puesta en marcha de Termomecánica".
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